EXPOSICIÓN “TOMARLO TODO” DENTRO DEL FESTIVAL ALEPH-UNAM
Explanada, Sala Miguel Covarrubias. Ciudad Universitaria. UNAM
Mayo 13. 2023
Curaduría: Nirvana Paz/ Elena Navarro
Las obras de esta exposición enfatizan la búsqueda feminista de crear contrapesos y nuevas historiografías desde la colectividad social. Evidencian desde diferentes temáticas y acercamientos el fuerte vínculo entre feminismos y experiencias políticas, en un contexto como el de México donde la violencia continúa siendo un tema a discutir y protestar.
Por su parte, Zahara Gómez explora distintas narrativas visuales para reflexionar de manera conjunta con aquellas que buscan a sus desaparecidos, de manera personal y colectiva este trabajo da cuenta de los trabajos de rastreo desde indagaciones territoriales y a la vez simbólicas como la cocina, un espacio de evocación y lazo social al humanizar a quien se busca. Es en ese sentido que también el trabajo de Muniello nos recuerda que es en colectivo que se protesta y es en colectivo que se libera.
Tomarlo todo recuerda la importancia del trabajo de múltiples mujeres fotógrafas abocadas entre otras cosas a registrar y con ello construir una mirada visualizadora de los movimientos feministas.
NIRVANA PAZ/ELENA NAVARRO
FESTIVAL ALEPH 2023
EXPOSICIÓN TOMARLO TODO
Recetario para la memoria de Mónica Gonzalez.
La geografía se convierte en biografía cuando la miramos y nos encontramos en ella. Una región en el mapa nos pertenece al andarla, al habitarla. Los valles y las crestas de la memoria fundan éste o aquel lugar. Pero también las ausencias, el silencio, el viento que borra huellas, la lluvia que hace nuevas marcas.
En el 2011 Mónica González fue galardonada con el premio Nacional de Periodismo por su serie fotográfica Geografía del dolor. Una topografía labrada por la voz de sus habitantes, sedimento de aquellos que luchan contra el olvido de sus desaparecidos y de sus voces, su dolor.
Mónica González visibiliza la singularidad que irrumpe en la numeralia de la violencia en el país, lo hace a contrapelo de las representaciones que los medios o el discurso de poder dan. En Geografía del dolor, esa representación combate el olvido y también deciden cómo nombrarse, cómo contar su historia, cómo posicionarse. Puede parecer insuficiente, ante tanto dolor, apelar a la construcción de la memoria común como un remedio o un paliativo de la violencia vivida, sin embargo, la memoria permite sanar al crear espacios de resignificación y a la vez erigirse como exigencia de justicia.
Pueblos enteros abandonados, casas, habitaciones, huellas en los muros de quienes los habitaron dan cuenta de su existencia, del porqué se fueron y porqué el abandono de sus hogares. Postales trazadas de puño y letra por quienes necesitan hablar y dejar constancia de lo vivido se convierten en puentes más que en puro testimonio. Proponen romper la supuesta distancia entre ellos y nosotros para buscar la empatía, una verdadera y comprometida empatía que combata el silencio y que a su vez haga presente cómo cada vida singular adquiere un sentido si se incluye en la Historia, en la narrativa común.
Mónica González Islas (Ciudad de México, 1976)
Es una fotógrafa y documentalista mexicana que se centra en temas sociales y políticos en México y América Latina, tales como migración, género, derechos humanos y violencia. Desde 1999 se desempeña como fotógrafa. Colaboró para distintos medios de comunicación como Milenio, Revista Expansión, The Dallas Morning News, Newsweek Magazine, Vice México, ABC España, Global Nation PRI’s The World, Revista Sierra Club EU, la revista francesa Les Inrockuptibles, HBO Proyecto 48.
En 2015 se integró en la Red de Periodistas de a Pie con quienes coordinó y realizó distintos proyectos de investigación periodística, es colaboradora de Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP), Quinto Elemento Lab, Colectiva Desde Nosotras y A donde van los desaparecidos, actualmente es staff del diario El País México y América.
Ganadora del Premio Nacional de Periodismo en 2011. Premio Gabo (2021) en la categoría Texto con el trabajo La masacre de Tamaulipas: el sueño americano muere en México. Premio Gabo (2019) en la categoría Cobertura con el trabajo El país de las dos mil fosas. Premio Gabo (2019) en la categoría Innovación con el trabajo Mujeres en la vitrina, migración en manos de la trata zonadivas.info. Premio Gabo (2017) en la categoría Imagen con el trabajo Buscadores en un país de desaparecidos. Fue reconocida por la revista Time dentro de Women in Photography: 34 Voices From Around the World.
NIRVANA PAZ/ELENA NAVARRO
FESTIVAL ALEPH 2023
EXPOSICIÓN TOMARLO TODO
Jackie Muniello
“Las acciones de control, persecución y represión que ejerce
el sistema sobre nosotras son acciones vanas e inútiles,
porque no pretendemos ser más fuertes que ellos.
Nuestra contestación es, ante todo, la afirmación de nuestra fragilidad y la capacidad de colocarnos más allá de su lógica de fuerzas”. María Galindo
Los movimientos feministas tuvieron en México una renovada presencia en la última década, irrumpieron con ello en el debate público con demandas que sobrepasaron la participación política o la igualdad laboral. La discusión se extendió a los derechos sobre el cuerpo y, entre otros temas, a la limitada e ineficiente atención y cuidado suministrados por las instituciones del Estado ante todas las violencias de genero (acoso, feminicidios, etcétera). Esta agenda ha tenido un visible crecimiento de fuerzas y con ello consiguió la creación de nuevas instancias jurídicas que respalden sus demandas y que dichas instancias, así como los medios de comunicación, aborden y se responsabilicen de ello.
Tomar la escena pública exige una estrategia de visibilidad, tácticas de acción y creación de herramientas comunicacionales asertivas. Es desde la práctica política de los feminismos que esto se ha ido logrando y genera nuevos saberes, nuevas maneras de visibilizar y cuestionar las estructuras dadas. Los movimientos feministas crean un particular lenguaje siempre en expansión y siempre transformable. Podemos reconocerlo en los tipos de movilización y su organización, las acciones generadas, los rituales y sus maneras de enunciarse. De ahí la importancia de la fotografía de estos movimientos, es en su registro y estrecha participación donde los ecos de sus manifestaciones trascienden, se expanden y proliferan.
Jackie Muniello, desde su larga experiencia como fotógrafa para diversos medios nacionales y extranjeros, se une a la creación conjunta de esta memoria, a la multiplicidad de miradas que trabajan arduamente. Es en colectivo que se protesta y es en colectivo que se habla de ello. Resulta evidente, para quien ha estado en el corazón de alguna de estas manifestaciones, la potencia energética que ahí se genera, ante la difícil tarea de fotografiarla, Muniello se propone habitarlas para que las imágenes entrelacen esas experiencias, esas potencias y sus marcas que nos hacen comunes, cercanas.
La narrativa de estas fotografías no se centra en la experiencia del héroe, y sí en la crítica de un sistema opresor. Crítica mutable que emerge para desplazar las lógicas dadas. El espacio público se apropia para instalar un litigio, ampliando su espacio de acción antes destinado a los hombres. Así como la protesta feminista nace de experiencias comunes, las imágenes aquí compartidas convocan, también, a reconocerse en ello y ser parte del coro que las detona. La lucha contra la exclusión y la impunidad, lo sabe bien Jackie Muniello, es vital compartirla, generar una memoria de ello, no sólo como un espacio de significación sino como un espacio de contagio, de cuestionamiento y resignificación constante.
Jacky Muniello (Ciudad de México, 1974)
Es una reconocida fotógrafa mexicana. Ha trabajado de forma independiente con agencias internacionales como dpa, AFP, AP, Bloomberg, entre otras. Su trabajo documental se ha centrado en temas socioculturales relacionados con lo cotidiano, la identidad y la migración. Durante los últimos años ha documentado los territorios froterizos de México desde la experiencia de los inmigrantes en un esfuerzo por combatir la indiferencia. A la par trabaja en la visibilizacion de las luchas feministas del pais. Ha impartido múltiples cursos y talleres de fotografía documental y fotoperiodismo en diversas aulas en la Ciudad de México y otros estados de la República Mexicana. Forma parte de colectivos y redes como Fotografas en México.
DANIELA REA
FESTIVAL ALEPH 2023
EXPOSICIÓN TOMARLO TODO
Zahara Gómez
Percibimos el mundo a través de los sentidos; recordamos no a través del cere- bro sino de la vista, el gusto, el tacto, el olfato, el oído. El sentido del gusto nos hace formarnos una idea del mundo y nos devuelve a él. Habitar la casa de la infancia, los brazos de nuestras abuelas.
Cuando se hace un recetario para la memoria, ¿qué es lo que se quiere recor- dar? ¿Qué es lo que se quiere guardar y revivir? Se quiere recordar al hijo que se fue —que desapareció—, revivir el momento en que cocinar ese platillo era gozoso, el momento en que el hijo o la hija tomaban un bocado y decían: “¡Ah qué sabroso te quedó, mamá! ¿Puedo servirme otro plato?”.
¿Qué es lo que se quiere recordar? A ellas, las cocineras: las mamás, esposas, hermanas, abuelas, tíos que permanecen, que esperan. A las mujeres que a su vez les enseñaron a elaborar los platillos con el ingrediente secreto. El momento en que lo cocinaron por primera vez y luego otra vez y otra vez hasta que logra- ron dar con su toque preciso. A la comunidad que ese platillo convocaba, a la fiesta que, indudablemente, estaba alrededor de él.
Cuando se hace un recetario para la memoria, pienso, ¿qué es lo que se quiere recordar? A los miles que se fueron —que nos desaparecieron—. El momento en que este país no estaba habitado por ausencias. La inocencia de volver a jugar al mago y desaparecer, porque sabíamos que siempre, siempre, íbamos a volver.
Cuando se hace un recetario para la memoria, dudo, ¿qué es lo que se quiere recordar? El momento en que se los llevaron. El momento en que tuvimos la certeza de que sí, que sí estaba desaparecido. Esa compleja ausencia que lo habita todo. La primera vez (quizá) que se volvió a cocinar ese platillo en casa
desde su partida. El momento en que la comida comenzó a saber a nada, a dejar de ser un placer, una fiesta y una posibilidad de encuentro.
¿Qué es lo que queremos recordar y lo que no? ¿Qué preferiríamos que perma- neciera en el fondo de nuestra memoria oculto, silente?
***
Una de las preguntas más recurrentes de quienes esperan a su persona desa- parecida es si estará comiendo. Una se sienta a la mesa del desayuno y, apenas da bocado, se pregunta si él o ella estará comiendo. Una se sirve el almuerzo y vuelve a pensar si no estará pasando hambre. La mesa se pone para la cena y, de nuevo, una culpa llega como certeza: “Yo estoy comiendo este platillo y él o ella está pasando quien sabe qué cosas”.
La culpa como un ingrediente común en todas las comidas. ¿Cómo es posible que yo me coma este platillo, lo saboreé, lo disfrute, si quizá el amor de mi vida, el fruto de mi vientre, mi compañero de vida, no se ha llevado ni un pedazo de migajón a la boca?
¿Cómo se soporta eso? ¿Cómo se conjura esa culpa, ese dolor, ese acto tan parte de la vida que en estos tiempos se ha convertido en un reclamo: el dere- cho a cuidar a quienes amamos? El derecho a poder prepararle un plato de sopa caliente y curarle; el derecho de sorprenderle con un pastel recién hor- neado y alegrarle; el derecho de acogerle en el pecho y decirle: “Todo estará bien, lo prometo”. Todo estará bien, mientras le acercamos una taza de té.
Varias madres han testimoniado que en ocasiones especiales, como un cum- pleaños o en Navidad, sirven el plato de quien falta como una forma de decirle y decirse a sí mismas “aquí está, no te vamos a olvidar”. ¿Habrá algún tipo de comunicación espiritual con ellos, los ausentes, a través de las comidas? ¿Un artilugio que permita alimentarlos a la distancia? Cocinar aquí para que plato no te falte allá.
Comer, un acto tan cotidiano que pasa inadvertido la mayoría de nuestros días de rutina, se convierte en un marcaje constante de la ausencia.
***
Cuando se hace un recetario para la memoria, ¿qué es lo que se quiere re- cordar? Insisto. ¿Qué nos están diciendo las madres, hermanas, un tío, que dispusieron su cuerpo y su corazón para preparar este platillo que pertenece al ausente, que abrieron sus casas de fogones y paredes rugosas para permi- tirnos meter las narices a nosotros, quienes hojeamos el libro?
O quizá no sólo se trate de recordar. Quizá se trata de saber. Saber que a Brian le encanta algo tan simple como una tortilla de harina con queso, que Nelly, su madre, le pone azúcar a su receta, que dejó de ver a su hijo cuando tenía 15 años. ¡Carajo! Quince años.
Quizá se trata de saber que alguna vez hubo un hermano, Jorge. Que Yesenia, su hermana, le cocinaba con fervor cabeza de chivo. Pero no tanto fervor con el que lo buscó y buscó durante casi cuatro años, hasta que encontró su cuerpo. Saber que a Roberto le encantaba el pozole de puerco, con maíz y nixtamal, cocido con paciencia durante cuatro horas para que la carne y el grano que- den blanditos. Saber que su madre, Yolanda, lo buscó terca e impaciente, has- ta que encontró su cuerpo de 33 años.
Saber que, a Juan, su tío don Benito lo seguirá buscando porque, ¿quién se lleva a alguien en su plena juventud, de apenas 22 años? Y que cuando vuelva le volverá a hacer esos huevos cocidos apenas con unos granos de sal que tanto le gustan.
Saber que el bistec ranchero, el favorito de Ernesto, lleva un cubito de con- dimento. Que él tenía 24 años cuando fue desaparecido y su mamá Rosario encontró su cuerpo seis años después, cuando habría cumplido 30.
Saber que a José le gusta el espagueti rojo, que a Manuel su abuela le prepa- raría sus kekis favoritos cuando volviera.
Que para todas las personas ausentes hay alguien, en algún lugar de este mundo, que les piensa mientras remueve pacientemente el cucharón dentro de la olla, que les anhela mientras sopla con fuerza al leño para que encienda y sea consumido por el fuego hasta el punto de un calor sostenido y uniforme.
Saber que hay alguien que les honra, que les espera con una mesa puesta, un fogón prendido. Saber que esta historia no sólo se trata de una ausencia sino de un amor. Un amor dolido, un amor desesperado, un amor consumido. Pero finalmente un amor.
Zahara Gómez Lucini (España, 1983)
Licenciada en Historia del Arte con especialidad en Fotografía y maestra en Historia del Arte por la Universidad París 1 Sorbona. En su trabajo, busca explorar las historias de violencia político-sociales que atraviesan los territorios; por lo que se vale de la investigación de archivo, la colaboración con organizaciones civiles de derechos humanos y el trabajo de campo en zonas de búsqueda de desaparecidos, para interpelar a través de la reconstrucción de la memoria colectiva. Busca herramientas de cambio social a través de la fotografía y de formatos multidisciplinares. Es parte de Foto Féminas y Women Photography
Su trabajo ha sido exhibido en: Cité Miroire (Belgica); Centro de la Imagen (CDMX); Images Singulières (Sète); Centro Cultura Kirchner (Buenos Aires); CASA Gallery (NY) entre otros.
Su proyecto Recetario para la memoria fue finalista en el Paris PhotoBook Awards 2020 y destacado como uno de los mejores fotolibros del 2020 por el PH Museum. Mientras que su proyecto colectivo Is this tomorrow fue seleccionado para el Photobook Awards Arles 2019.
Ha sido reconocida con el Fondo de Emergencia Covid19 de National Geographic Society, con el Fotografía Grant AHRC.
Desde el 2022 es National Geographic Explorer